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miércoles, 22 de junio de 2011

Nuevas pistas sobre los mecanismos sociales por los que la obesidad se propaga

La obesidad es socialmente contagiosa, ya que se propaga entre los amigos cercanos. El fenómeno plantea preguntas importantes sobre las vías de "contagio". ¿Es porque adoptamos de nuestros amigos ideas sobre qué grado de corpulencia es aceptable para una estatura dada y las aplicamos también cuando estamos solos? ¿O es que pasamos demasiado tiempo con ellos haciendo las mismas cosas que ellos hacen, incluyendo entregarnos a un ocio sedentario y comiendo lo mismo que ellos?

Para intentar aclararlo, el equipo de Daniel J. Hruschka, Amber Wutich, Alexandra Brewis y Benjamin Morin de la Universidad Estatal de Arizona, entrevistó a 101 mujeres del área de Phoenix y a 812 de sus amigos más cercanos y miembros de la familia.

Al comparar el índice de masa corporal (IMC) de las mujeres, sus amistades y sus familiares, los investigadores confirmaron resultados anteriores que indican que el riesgo de obesidad en una mujer es mayor si las personas de su red social son obesas.

Pero el equipo también examinó tres posibles modos por los que las ideas compartidas sobre qué talla corporal es aceptable podrían promover que el sobrepeso y la obesidad se propagasen a través de los vínculos sociales.

Una persona podría dejarse convencer por sus amistades de que el sobrepeso no es tan malo como lo pintan, o que cierta talla corporal es "normal", y por eso acostumbrarse a comer productos ricos en calorías pero muy apetitosos, y a dejar de lado el ejercicio físico por agotador e innecesario.

También podría suceder que, aún no estando de acuerdo con esa forma de pensar de sus amigos o familiares, la presión derivada de los aspectos prácticos de compartir el tiempo con ellos llevase a la persona a seguir a menudo esos mismos hábitos. Es decir, que si quiere estar con sus amigos o familiares, y el grupo va a comer a un establecimiento donde toda la comida es rica en calorías, la persona acabará comiendo como ellos. Y si luego el grupo escoge una actividad de ocio sedentaria en vez de, por ejemplo, salir a pasear en bicicleta, la persona acabará también haciendo lo mismo que el resto de personas del grupo.

Otra posibilidad, más sutil, es que la persona se forme una idea de qué talla corporal es aceptable simplemente observando las de sus amigos. Si las personas con las que más se relaciona tienen sobrepeso u obesidad, no se sentirá fuera de lugar si también gana kilos, a diferencia de si las personas de su círculo social tuvieran cuerpos esbeltos. No verse peor que sus amistades puede conducirle a dejarse llevar por la comodidad de evitar el ejercicio físico y por la tentación de la comida poco sana pero muy sabrosa.

El equipo de investigación no descubrió evidencias de que el primer caso y el segundo sean el medio habitual de transmisión en la muestra de población analizada, pero sí halló indicios del tercero.

De todas formas, antes de sacar conclusiones, conviene avanzar más en esta línea de investigación, ya que no puede descartarse que el primer caso y el segundo ejerzan una influencia mayor de lo aparente en el contagio social del sobrepeso.

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